¿Son conscientes los consumidores del fraude alimentario?
Un reciente reportaje televisivo de la CNBC (el gigante estadounidense de las noticias) llama la atención de 3,7 millones de espectadores (en el momento de escribir estas líneas) sobre el importante, pero relativamente desconocido, problema del fraude alimentario.
En el vídeo, la falta de concienciación de los consumidores ocupa el centro de la conversación, que señala la magnitud del problema con estadísticas de la Food & Drug Administration (FDA) sobre el fraude alimentario, que afecta a cerca del 1% de la producción mundial de alimentos, con un coste estimado de más de 40.000 millones de dólares.
Un ejemplo es el fraude en el aceite de oliva, donde el más benigno de los fraudes consiste en etiquetar como "virgen extra" aceites de oliva de menor calidad. Otros fraudes más importantes consisten en la sustitución del aceite de oliva por aceites más baratos, como el de canola, o incluso aceites no alimentarios (pensemos en los aceites de motor y otros), a los que los defraudadores añaden clorofila para darle un tinte verdoso o sabor con betacaroteno para que se parezca más al aceite de oliva.
Merece la pena ver el vídeo para hacerse una idea del problema. Sin embargo, se tiene la sensación de que las soluciones propuestas pretenden hacer caer la carga sobre el consumidor, como solemos hacer con muchas cuestiones complejas. Pero no es algo para lo que los consumidores estén preparados, como tampoco lo están para evaluar los riesgos de los bancos en los que depositan su dinero o la tasa de reciclaje de la empresa que recoge su plástico.
A nuestra industria le interesa que el consumidor no pierda la confianza en el sistema alimentario. Dado que poco puede hacer el consumidor para cambiarlo, una pérdida de confianza puede tener profundas repercusiones sociales, como ocurrió con el escándalo de la melamina de 2008 en China, donde las ventas de leche cayeron entre un 30% y un 40%, según la Asociación Lechera China.
La industria necesita aplicar mejores controles para proteger su producción. Disponemos de la tecnología necesaria para identificar los productos alimentarios de forma rápida y eficaz, lo que nos permite detectar fraudes alimentarios en cuestión de segundos a un coste marginal. Es hora de que la industria alimentaria lidere, protegiéndose de la próxima crisis en lugar de esperar a que suceda. De otro modo, el impacto de la próxima crisis en los consumidores podría no limitarse a un solo segmento.